1° de Mayo Día Internacional del Trabajador

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En esta fecha se conmemora en gran parte del mundo el Día Internacional del Trabajador. Recordamos las luchas de los trabajadores a lo largo de la historia. Nunca se regalaron los derechos a los trabajadores, siempre se consiguieron con conciencia y organización, y muchas veces con sangre obrera derramada.

La fecha se definió como recordatorio del inicio de la huelga general en los Estados Unidos de América. El 1°de mayo de 1886 dio inicio a huelgas y manifestaciones con el objetivo de concretar el derecho a las 8 horas de trabajo. Este reclamo era una reivindicación del movimiento obrero mundial hacía décadas, que en pocos países se había alcanzado.

El 3 de mayo los trabajadores se concentraron en la puerta de la única fábrica que funcionaba en Chicago en el marco de la huelga. Los trabajadores habían sido reemplazados por rompehuelgas traídos de otras ciudades. A la salida de los carneros de la fábrica se produce un enfrentamiento con los trabajadores que se manifestaban, la policía dispara y arremete contra los manifestantes, seis muertos y varias decenas de heridos fue el saldo de la acción policial.

El 4 de mayo se realiza una nueva protesta como repudio de los hechos del día anterior, se produce un nuevo enfrentamiento cuando las autoridades intentan disolver la concentración, la policía apunta los fusiles contra los trabajadores nuevamente. En ese momento se produce una explosión entre las filas de los policías, caen heridos sesenta policías y uno muerto. Se abre fuego contra los trabajadores con un resultado de 28 muertos y 115 heridos.

Se declara el estado de sitio y toque de queda en la ciudad y la policía ocupa los barrios obreros. Finalmente son acusados de transportar, encender y arrojar la bomba que produjo la explosión ocho dirigentes anarquistas y socialistas organizadores de las medidas de fuerza.

El 11 de noviembre de 1887, un año y medio después de la gran huelga por las ocho horas, fueron ahorcados en la cárcel de Chicago los dirigentes anarquistas y socialistas August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer y George Engel. Otro de ellos, Louis Lingg se había suicidado el día anterior. La pena de Samuel Fielden y Michael Schwab fue conmutada por la cadena perpetua, destinados a morir en la cárcel, y Osear W. Neebe fue condenado a 15 años de trabajos forzados.

En 1893 se reviso el proceso judicial que llevo a la muerte en la horca a cuatro trabajadores, un suicidio y tres a prisión. Se concluyó que los condenados no habían cometido ningún crimen y que “habían sido víctimas inocentes de un error judicial”. Schwab, Fielden y Neebe, quienes cumplían cárcel, fueron puestos en libertad. 

Es por esto que un gran militante de ATE y compañero muy querido, Gualter Figueroa, para alguno de nosotros el Zamba, para otros el Gorra o Boli, cuando nos encontrábamos en el salón de ATE el 1° de Mayo nos esperaba por la puerta y en cuanto le decimos “Feliz Día del Trabajador” nos frenaba serio y nos tiraba en la cara, “No es un día de festejo, estamos conmemorando la muerte de los Mártires de Chicago y a todos los que dejaron su vida por los derechos de los trabajadores”. Era su método para formar a los nuevos compañeros, lo que no impedía que un rato más tarde nos encontráramos todos abrazados y bailando en el escenario del salón Germán Abdala.

El viernes 29 se realizó en la sede de ATE en Paraná una charla debate en referencia al 1° de Mayo, el compañero Víctor Sartori nos recordó la crónica realizada por José Martí, el patriota cubano, quien presenció la ejecución en su rol de corresponsal periodístico. A continuación dejamos un fragmento de esta crónica que describe el horror y la entereza de los trabajadores:

“Salen de sus celdas al pasadizo angosto. “¿Bien?” “¡Bien!”. Se dan la mano, sonríen, crecen: “Vamos”.

El médico les había dado estimulantes. A Spies y Fischer les trajeron vestidos nuevos; Engel no quiere quitarse sus pantuflas de estambre. Les leen la sentencia a cada uno en su celda; les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero; les echan por sobre la cabeza, como la túnica de los catecúmenos cristianos, una mortaja blanca; abajo, la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso, ¡como en un teatro!

Ya vienen por el pasadizo de las celdas, a cuyo remate se levanta la horca; delante va el alcaide, lívido; al lado de cada reo marcha un corchete. Spies va a paso grave, desgarradores los ojos azules, hacia atrás el cabello bien peinado, blanco como su misma mortaja, magnífica la frente; Fischer le sigue, robusto y poderoso, enseñándose por el cuello la sangre pujante, realzados por el sudario los fornidos miembros. Engel anda detrás a la manera de quien va a una casa amiga, sacudiéndose el sayón incómodo con los talones. Parsons, como si no tuviese miedo a morir, fiero, determinado, cierra la procesión a paso vivo. Acaba el corredor, y ponen el pie en la trampa; las cuerdas colgantes, las cabezas erizadas, las cuatro mortajas.

Plegaria es el rostro de Spies; el de Fischer, firmeza; el de Parsons, orgullo rabioso; a Engel, que hace reír con un chiste a su corchete, se le ha hundido la cabeza en la espalda. Les atan las piernas, al uno tras el otro, con una correa. A Spies el primero, a Fischer, a Engel, a Parsons; les echan sobre la cabeza, como el apagavelas sobre las bujías, las cuatro caperuzas. y resuena la voz de Spies, mientras están cubriendo la cabeza de sus compañeros, con un acento que a los que le oyen les entra en las carnes; “La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Fischer dice, mientras el vigilante atiende a Engel: “Este es el momento más feliz de mi vida”.

“¡Hurra por la anarquía!”, dice Engel, que había estado moviendo bajo el sudario las manos amarradas hacia el alcaide. “Hombres y mujeres de mi querida América… “, empieza a decir Parsons… Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen a la vez en el aire, dando vueltas y chocando. Parsons ha muerto al caer, gira de prisa, y cesa; Fischer se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero, estira y encoge las piernas, muere: Engel se mece en su sayón flotante, le sube y baja el pecho como una marejada, y se ahoga; Spies, en danza espantable, cuelga girando como un saco de muecas, se encorva, se alza de lado, se da en la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, sacude los brazos, tamborilea; y al fin expira, rota la nuca hacia adelante, saludando con la cabeza a los espectadores.”

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